by Gerardo González Núñez
Por El Nuevo Día
El largo ciclo de crecimiento económico que han disfrutado los países desarrollados y varias naciones emergentes continuó en 2018 pero matizado por una alta volatilidad en los mercados bursátiles, mostrando una tendencia bajista.
El nerviosismo de los mercados es resultado de las preocupaciones que existen sobre la evolución de diversos factores que se deben monitorear en 2019.
Uno de los factores es la situación de la economía de los Estados Unidos. La primera economía del mundo se ha comportado muy sólida, con un crecimiento estable, inflación alrededor del 2% y un desempleo por debajo del 4%. Pero su fortaleza se ha asentado en una alta utilización del crédito, que podría estar fomentando una burbuja que pudiera explotar en cualquier momento, provocando una recesión de magnitudes insospechadas.
En concordancia con lo anterior, la Reserva Federal ha estado subiendo las tasas de interés, pero preocupa que la magnitud y frecuencias de las subidas provoquen una desaceleración de la economía mucho más rápido que lo esperado, además de las dudas que existen sobre la capacidad de la Casa Blanca de gobernar con sabiduría. Está por ver si la Reserva Federal se hace eco de esas preocupaciones y pone un freno a los incrementos mencionados, o continúa con su plan de aplicar dos adicionales en el año que recién comenzó.
Otra interrogante es el derrotero que puede tener las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China. El 2018 cerró con una tregua entre ambos países y existe la esperanza de que lleguen a un entendimiento que evite un enfrentamiento que impactaría negativamente el comercio internacional.
En el caso particular de China, existe también preocupación por la desaceleración que ha experimentado su economía en los últimos años y que por primera vez ha afectado a su sector industrial.
Un factor adicional que pudiera complicar el panorama económico global es el final de la historia del Brexit. En marzo de 2019 se producirá la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Sin embargo, aún se desconoce si esa salida será con o sin acuerdos que regulen las relaciones entre ambas partes.
Lo deseable es que haya una salida con un acuerdo, pero a juzgar por el clima político que existe en el Reino Unido, todo parece indicar que se producirá un divorcio sin entendimiento, con consecuencias que influirán en la estabilidad de la economía mundial.
Se debe seguir de cerca también la evolución de los precios de los productos primarios, en particular el petróleo, que ha mantenido una tendencia a la baja. El descenso del precio del petróleo es un hecho que genera doble efecto: beneficia a los países importadores y perjudica a los países exportadores, por lo que su impacto en la estabilidad económica global dependerá del grupo de países que influirá más fuertemente y el peso que esos países tienen en el escenario económico internacional.
En conclusión, recibimos el año 2019 con una economía mundial que mantiene un crecimiento económico sostenido, pero con factores de riesgos que pudieran cambiar esa tendencia y colocar al mundo a las puertas de una recesión para 2020.