Por El Vocero
Caso: un paciente con urgencia respiratoria acude a Emergencia en un hospital. Allí se le atiende adecuadamente y se le da de alta horas más tarde con una receta para que se suministre de medicamentos para su cuido y terapias. Va a la farmacia de toda su vida y se entera que esta vez los medicamentos recetados no se le pueden servir porque “no los cubre su plan”. Tiene que gestionarlos con el plan directamente. Llama al plan y se le dice que el plan no se los puede proveer a través de su farmacia porque existe ahora un contrato entre el plan y un proveedor exclusivo para ese tipo de medicamento. Se le pide al paciente que traiga la receta al plan. Claro, la receta está en la farmacia. El paciente le solicita al plan que se comunique con la farmacia para que la farmacia le dé la receta. La farmacia gentilmente le envía la receta electrónicamente al plan.
¡Ooops!, dice el plan. Esa es copia. Necesita la receta original. Se le pide al paciente que haga una cita con su médico y le pida otra receta original para el plan. El paciente quisiera tener el medicamento para su problema respiratorio. Es uno de esos pacientes adictos a querer respirar de doce a veinte veces por minuto y no quisiera tener que esperar a que su médico le dé cita y le dé la receta días después. ¡Caprichitos! El paciente quiere respirar ya, hoy, ahora.
Mala suerte. El plan quiere una receta que le tiene que hacer llegar el médico para el plan referírsela a la farmacia especializada que tiene ahora bajo contrato en exclusivo. El paciente, ¡pué’h!, que aguante la respiración. Entonces el plan le hará llegar el medicamento al paciente. ¡Qué lindo! ¿Y la farmacia del paciente? Nada. Que venda cosméticos y desodorantes. Ahora el plan también es farmacia.
No. María no es el único detonante del éxodo de médicos en Puerto Rico. El plan está espantando tantos médicos como María. El plan se está diversificando hacia otros renglones que huelen a prácticas monopolísticas. Hasta taxis. El plan ahora ofrece servicios de transportación hacia las citas médicas. No me atrevo a preguntar quién es el accionista principal en esa nueva vertiente de servicios de transporte auspiciado por el plan, porque no me gustaría recibir esa sorpresa.
Somos los corderitos del escudo patrio. Los grandes negocios son los que ponen y disponen. Y chitón. Nadie sabe nada, y si alguien lo sabe, se queda callado. Claro, las farmacias especializadas bajo contrato exclusivo con el plan no tienen que ser de Puerto Rico. Pueden ser de allá. Y no pregunte quiénes son sus ejecutivos y dueños.
Se hace cada vez más patente que los hilos para enhebrar a Puerto Rico como una sociedad funcional son cada vez mas frágiles y débiles. Nos seguimos convirtiendo en una sociedad de piezas desperdigadas sin compromisos ni metas unificantes. No hay un propósito de país. Lo importante en Puerto Rico hoy es que prospere el negocio, no el puertorriqueño. Es la estrategia de “divide and conquer”; divide y conquistarás. Es más difícil penetrar en un pueblo con personalidad unida que lucrarse y disponer entre piezas sueltas al garete.
El enfoque que parece predominar hoy es cómo me defiendo “yo” y el otro que se jorobe. Costaría trabajo bregar con un “nosotros”. “Nosotros” requiere hacer lazos, compromisos, acuerdos, consensos.
El corderito del emblema patrio, cada vez más enclenque, sufre hoy más conforme sin protestar ni alzar la voz. Obedece dócilmente la doctrina de “The rich will get richer; the poor will get wiped out.”